La naturaleza es sabía
La naturaleza es sabia
Gracias Pepita por enseñarme a elegir bien y respetar los tiempos.
Como había luna
llena la playa estaba un poco más iluminada que de costumbre. De hecho, sobre
la arena se podía distinguir la parte oscura de la “sombra” y la parte iluminada
o “lunada”. Miguel nos explicó que en esta época del año muchas tortugas se
acercan a estas playas para desovar. Generalmente, lo hacen por la noche. Nadan
y aprovechan el empujón de la ola para llegar a la orilla. Luego, reptan unos
metros por la playa hasta elegir el lugar en donde dejar sus huevos.
La tortuga
que nos tocó ver anoche, vamos a llamarla Pepita, primero limpió, es decir sacó
las hojas y alguna que otra rama que había en el lugar. Luego, utilizó sus
aletas para cavar un pozo de 35 cm de profundidad. Al principio, desde donde estábamos
sentados, no se veía muy bien pero se podía oír perfecto el ruido de las aletas
moviendo la arena. A la pobre Pepita se
le complicó. En su pozo se topó con una roca y la raíz de un árbol. Así que
dejó ese agujero y se movió y empezó a hacer un hueco en otro lugar. Mientras
tanto, nosotros, esperábamos sentaditos en la parte de la sombra a un par de
metros para que no se asustara.
Listo,
primera lección, no se puede anidar en cualquier lugar, y cuando digo anidar
cada uno puede darle el sentido que quiera. Atención que Pepita se tomó un buen tiempo,
habrá sido casi una hora para cavar su pozo. Ni hablar del esfuerzo… Pero una vez que se dio cuenta que ese
no era SU lugar, descansó unos minutos y se movilizó en búsqueda de un espacio
mejor. No se conformó. No se quedó en un lugar (podría ser una relación, un
trabajo) que no era de su agrado, utilidad o como le gusta decir a los psicólogos,
de su DESEO. No se estancó. Fue en búsqueda de algo mejor.
Después de
casi dos horas, Miguel nos invitó a acercarnos más todavía. Con delicadeza
colocó una luz infrarroja detrás de Pepita para que pudiéramos verla mejor.
Estábamos a medio metro. Ahora nos
daba la espalda, moviendo sus aletas cual palas,
quitando para atrás la arena seca. Después de una
hora, Miguel, nos contó que ya debíamos volver. Era tarde. Tampoco se sabía si
finalmente Pepi iba a poder dejar sus huevos en ese segundo pozo. Se le estaba complicando
nuevamente el panorama. La arena estaba muy seca y cada vez que sacaba un par
de granos, otros tantos caían por los costados, como ocurre cuando hacés un
pozo sólo con arena seca y no llegás a la húmeda. Dificilísimo. Pobre Pepita,
estaba agotada.
Otra
lección, el tiempo, el timing es todo
en la vida. Uno no puede acelerar los procesos naturales de la vida. No
podíamos ayudarla a Pepi a que hiciera su pozo. Ella debía hacerlo por su cuenta
y a su modo. Nadie puede hacer el trabajo que nosotros tenemos que hacer ni
vivir experiencias propias. Nadie puede juzgar de afuera los tiempos del otro
ni apurar los tiempos de los demás para que se ajusten a los de uno. Las cosas
se van dando en su tempo justo. Hay que dejarlas madurar.
Nos
despedimos de Pepi, Anita sacó la foto con su super Iphone 6 que capturó la belleza de este animal. Muy
interesante: viven muchísimos años, calcularon que Pepi debía tener cerca de 70. El macho no viene a la tierra, se queda nadando
y sólo la hembra, sale para anidar. Así que se las presento, Pepi, mis lectores.
Mis lectores, Pepi, la gran tortuga que me
hizo reflexionar.
PEPITA, la tortuga sabia |
Que lindo Tere! 3era reflexion, las mamas mueven montanas (arena) por sus hijos. ;)
ResponderEliminarQue bueno Tere!! Muy sabia
ResponderEliminarGracias Lucre por comentar. besos.
EliminarSi, Flor. Las madres hacen eso y mucho más. Tenés toda la razón.
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