La naturaleza es sabía

La naturaleza es sabia

 Gracias Pepita por enseñarme a elegir bien y respetar los tiempos.




 Perdón por arrancar con un título tan cliché pero no encontré uno que describiera mejor lo que viví anoche. Ayer domingo a las 6 de la tarde, partimos con mi prima Anita a ver las famosas tortugas del Pacífico.  Nos pasó a buscar el guía, Miguel, en una combi en la que ya habían subido otros extranjeros. Resultaron ser de Servia y USA. Nos adentramos varios kilómetros hasta Playa Vida Real o Pirata, como se la conoce acá. Llegamos a eso de las 7 de la tarde y ya era de noche.

Como había luna llena la playa estaba un poco más iluminada que de costumbre. De hecho, sobre la arena se podía distinguir la parte oscura de la “sombra” y la parte iluminada o “lunada”. Miguel nos explicó que en esta época del año muchas tortugas se acercan a estas playas para desovar. Generalmente, lo hacen por la noche. Nadan y aprovechan el empujón de la ola para llegar a la orilla. Luego, reptan unos metros por la playa hasta elegir el lugar en donde dejar sus huevos.

La tortuga que nos tocó ver anoche, vamos a llamarla Pepita, primero limpió, es decir sacó las hojas y alguna que otra rama que había en el lugar. Luego, utilizó sus aletas para cavar un pozo de 35 cm de profundidad. Al principio, desde donde estábamos sentados, no se veía muy bien pero se podía oír perfecto el ruido de las aletas moviendo la arena.  A la pobre Pepita se le complicó. En su pozo se topó con una roca y la raíz de un árbol. Así que dejó ese agujero y se movió y empezó a hacer un hueco en otro lugar. Mientras tanto, nosotros, esperábamos sentaditos en la parte de la sombra a un par de metros para que no se asustara.

Listo, primera lección, no se puede anidar en cualquier lugar, y cuando digo anidar cada uno puede darle el sentido que quiera.  Atención que Pepita se tomó un buen tiempo, habrá sido casi una hora para cavar su pozo. Ni hablar del esfuerzo…  Pero una vez que se dio cuenta que ese no era SU lugar, descansó unos minutos y se movilizó en búsqueda de un espacio mejor. No se conformó. No se quedó en un lugar (podría ser una relación, un trabajo) que no era de su agrado, utilidad o como le gusta decir a los psicólogos, de su DESEO. No se estancó. Fue en búsqueda de algo mejor.

Después de casi dos horas, Miguel nos invitó a acercarnos más todavía. Con delicadeza colocó una luz infrarroja detrás de Pepita para que pudiéramos verla mejor. Estábamos a medio metro.  Ahora nos daba la espalda, moviendo sus aletas cual palas, quitando para atrás la arena seca. Después de una hora, Miguel, nos contó que ya debíamos volver. Era tarde. Tampoco se sabía si finalmente Pepi iba a poder dejar sus huevos en ese segundo pozo. Se le estaba complicando nuevamente el panorama. La arena estaba muy seca y cada vez que sacaba un par de granos, otros tantos caían por los costados, como ocurre cuando hacés un pozo sólo con arena seca y no llegás a la húmeda. Dificilísimo. Pobre Pepita, estaba agotada. 

Otra lección, el tiempo, el timing es todo en la vida. Uno no puede acelerar los procesos naturales de la vida. No podíamos ayudarla a Pepi a que hiciera su pozo. Ella debía hacerlo por su cuenta y a su modo. Nadie puede hacer el trabajo que nosotros tenemos que hacer ni vivir experiencias propias. Nadie puede juzgar de afuera los tiempos del otro ni apurar los tiempos de los demás para que se ajusten a los de uno. Las cosas se van dando en su tempo justo. Hay que dejarlas madurar.


Nos despedimos de Pepi, Anita sacó la foto con su super Iphone 6 que capturó la belleza de este animal.  Muy interesante: viven muchísimos años, calcularon que Pepi debía tener cerca de 70.  El macho no viene a la tierra, se queda nadando y sólo la hembra, sale para anidar. Así que se las presento, Pepi, mis lectores. Mis lectores, Pepi, la gran tortuga que me hizo reflexionar.  

PEPITA, la tortuga sabia 

Comentarios

  1. Que lindo Tere! 3era reflexion, las mamas mueven montanas (arena) por sus hijos. ;)

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  2. Si, Flor. Las madres hacen eso y mucho más. Tenés toda la razón.

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