5 años después


Hace 6 años estaba en la cafetería Martínez de Callao y Viamonte y una de las chicas con las que compartía oficina me dijo mirándome a los ojos: “sabés lo que te pasa, Tere, vos pensás mucho. Todo pasa por tu cabeza, tenés que sentir más.” Yo me quedé sin palabras como suele suceder cuando te dicen una verdad que te pega más que una bofetada.
Ese mismo año, me mudé a Tamarindo por seis meses. La única persona que conocía era una ex clienta de mi consultora de comunicación. La verdad es que fue una de las decisiones menos pensadas y más sentidas de mi vida. Recuerdo que un mes antes de subirme al avión, pensé: “Estoy loca, nunca he visitado Tamarindo, no conozco el país, no sé si conseguiré trabajo, s me gustará el clima, mi casa, nada.” Pero después volvieron las palabras de mi compañera y me calmé: “Si no me gusta, me vuelvo, peor es quedarme con la intriga”.
Ya pasaron 5 años y 3 meses desde que devolví el departamento que alquilaba en Melo, dejé mi trabajo y lo más duro, me alejé físicamente de mis amigos y familia. Hoy me despierto en mi casa de El Llanito a la par de mi marido, Dimitri, y con el llamado de mi hijo, Alejandro. Pasaron muchas cosas para que esto sucediera, pero una cosa es segura, dejé de planear tanto y seguí mi deseo.
Hubo momentos duros, pero me hicieron más fuerte. Aprendí a trabajar en otros rubros como enseñando español a extranjeros. Aprendí a no juzgar a los demás por su nacionalidad como cuando viví en una casita cuyos dueños eran ingleses.  Aprendí a construir mi nueva identidad sin importar lo que los demás piensen de mí. Aprendí a ser más vulnerable y a escribir sobre lo que me pasa.
Vivir en este lugar del planeta es convivir con la transpiración constante, comer arroz con pollo en los festejos de cumpleaños, despertarte con el ruido de ardillas y monos, que el verdulero se anuncie con megáfono (perifoneo) y pase por la puerta de tu casa y ya sepa que vas a pedir, encontrarte con una vaca en el parque de los niños, festejar el cumple de tu hijo en la playa y hablar en tres idiomas en una comida con amigo. Pero también es tener cuidado con lo que uno dice porque los ticos son muy sensibles, lidiar con el polvo en la temporada seca, que los perros de tus vecinos ladren más allá de lo normal porque no los sacan a pasear y los usan de alarma y que tu casa sea un popurrí de muebles.
Gracias Costa Rica por el calor, el polvo, la sensibilidad y todo lo que me has regalado en estos años.


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