Sin filtros



            El jueves pasado fui a cenar a la casa de unos amigos, Harry y Mary Lee. Harry es irlandés y su mujer, Mary Lee, canadiense. Entre copas nos pusimos a hablar sobre cómo Playa Tamarindo había afectado la vida de cada uno. Y así salió el tema de los filtros. 
La realidad es que una vez que llegué acá me di cuenta de la cantidad de filtros que rodeaban mi cabeza y mi corazón. A medida que el calor te hace desprenderte de la ropa, zapatos cerrados, peinados y demás arreglos, también te vas desprendiendo de parámetros mentales con los que vivías y te sentías seguro. Es como si la playa obligara a sacarte aquello que no va con uno y poco a poco, va descubriendo su esencia que quizás estaba escondida debajo de tantas capas de celofán.  Para peor, ese celofán no sólo tapaba aspectos de la personalidad del que lo lleva sino que también nubla la vista para ver a los demás, tal como son. Es raro de explicar pero voy a intentarlo.
Antes de venir acá, tenía una idea de cómo debía ser mi vida, una opinión de cada nacionalidad, un concepto del éxito, etc, etc, etc. Y llegué y poco a poco, me fui dando cuenta, que eran ideas totalmente armadas, para nada reales y que hay miles de maneras de ser feliz, que nada es blanco o negro, que cada persona es distinta más allá del país del que haya nacido, que la mezcla es lo mejor de la vida, que de nada sirve vivir acartonada y que cada uno vive la vida como se le canta y que nadie debería juzgar sobre las elecciones del otro.
Después de un par de copas, les conté que ahora me sentía más libre de expresar mi opinión, cayera como cayera, de que me convertí en una persona más cariñosa, que ahora mis abrazos son más largos y prolongados, y que me daba cuenta que estoy siendo más espontánea.  Hace rato que venía buscando este cambio, pero fue en la playa donde realmente se terminó de dar. Me encantó encontrarme con historias de vida totalmente distintas a la mía, gente que por ejemplo, tiene su vida dividida en dos casas que elige de acuerdo al clima. Gente que deja todo por un sueño y que por más que extraña y valora su lugar de origen arma su hogar en un espacio totalmente nuevo. Gente que vino por un par de semanas y ya por un par de años.  Gente que vino, con el corazón cerrado y luego de un tiempo, se encontró con su amor. Gente que tenía su vida planeada y que se dio cuenta que no sirve hacer planes para ser feliz. Y otros que pensaban que el calor no era para ellos y que ahora pasean felices bajo sus gorros. Gente que pensaba que su profesión les iba a acompañar toda su vida y se encontraron trabajando de algo totalmente distinto. Y por sobre todo, gente que se dio cuenta que podes vivir en calles de tierra, llenas de polvo, con cortes de luz y agua, y que aún así está a gusto.

O bien personas que pensaban que Tamarindo era un lugar de paso y que no iba a encontrarse con nadie como para tener algo de a dos y de repente se encuentran que no tienen todo controlado y que ahora, cada mañana, sonrisa mediante, comparten su desayuno.
 
Atardecer en Playa Grande. Sin filtros.

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